Madre mía, mamita bella, cada día doy gracias infinitas a Dios Padre, a Dios Hijo, y a Dios Espíritu Santo, por tenerte aún conmigo. Tú llenas mi vida con una fortaleza única y una alegría contagiable, lo haces con tu presencia, tu voz, tu mirada, el escuchar de tus pasos, tu risa y consejos... que aunque sean repetitivos me hacen mucho bien. Tenerte aún conmigo es respirar cada día el aire más puro,
es ver a un ángel de Dios protegiéndome, es hablar con el lenguaje más dulce y tierno, es sentir que tú, mamaíta linda, eres y serás hasta la eternidad la bendición hecha vida, y vida en abundancia. Te amo madre, gracias por amarme incondicionalmente.