Todos los días tienen un minuto en el que cierro los ojos y disfruto echándote de menos, extrañando cada palabra que se dijo y lo que callamos, pero sobretodo, recordando las alegrías que causaban nuestros encuentros. Y ahora, aunque ya no estés aquí, te deseo lo mejor, y que algún minuto de tu vida, cierres los ojos y me recuerdes.