A ti que hablas a mis espaldas: me haces un favor cada vez que abres la boca, al hacerlo me das mucha importancia; y por lo tanto, cada vez que lo haces, me vuelvo aún más superior a ti porque vivo en silencio, mientras lo tuyo es todo ruido, algo molesto para el espíritu y el alma. Habla de mí, que siempre estaré por delante de ti. En cambio yo a ti, te bendigo y deseo que te vaya bien, porque un día recibiré el doble de bendiciones.